Hoy tenemos el honor de presentar una entrevista exclusiva con Daniel Sánchez, conocido en el mundo artístico como «Polifemo». Junto a Xander, Daniel ha estrenado recientemente la innovadora novela gráfica musicalizada «La culpa de todo la tiene el totí», una obra que mezcla la narrativa visual con una banda sonora única. Este proyecto relata la historia de Brayan, un joven inmerso en las históricas manifestaciones del 11 de julio de 2021 en Cuba, un evento significativo que marcó un antes y un después en la historia reciente del país. A través de esta entrevista, exploraremos las motivaciones, el proceso creativo y el impacto de esta fascinante obra.
Ante todo, ¿quién es Polifemo?
Bueno, mi nombre es Daniel, Polifemo es mi seudónimo. Soy de La Habana, Cuba, a donde pretendo volver cuando no tengamos dictadura. Soy historietista e ilustrador desde que tengo uso de razón, pero entre la escuela de Instructores de Arte y los talleres de historieta pude perfeccionar la parte técnica. Por suerte, siempre, de una forma u otra, he podido trabajar haciendo arte. He publicado en varios medios de distintos países, aunque poco a poco, debido a mi posición frontal contra la dictadura cubana, fui sintiendo como ya había alcanzado el techo de lo que podía lograr. Desde que salí de Cuba, poco a poco se me están abriendo muchas más puertas. De hecho, posiblemente «La culpa de todo la tiene el totí» no existiría si aún viviese en la isla cárcel.
¿Recuerdas un momento específico durante las manifestaciones del 11 de julio de 2021 que te inspiró a comenzar este proyecto?
Claro está, la inspiración llegó por lo que significaron las manifestaciones en sí. Que si bien, para mí fueron una gran victoria en contra de la dictadura cubana, desgraciadamente esta convirtió a miles de valientes en presos políticos. Ellos fueron mi mayor inspiración; es injusto hablar de derrota o insignificancia cuando aún están entre las rejas. El régimen ha intentado desmoralizarnos vendiendo su versión de los hechos de forma que parezca una derrota, pero hay que hacerles saber a nuestros presos que marcaron la historia para siempre, que el 11 de julio fue un antes y un después.
Ahora bien, hubo algo en lo que le sucedió a mi mejor amigo ese día. Todo lo que me contó sobre una guagua (bus) tomada, del himno de Bayamo cantado en las celdas y el racismo de los cuerpos represivos fue de gran importancia. Estas imágenes siempre me parecieron de una fortaleza visual y narrativa tremenda.
¿Cómo influyeron tus experiencias personales en la narrativa de Brayan y los eventos que se desarrollan en la historia?
En realidad, hay muchos dolores que compartimos todos los cubanos. Todos tenemos un familiar, amigo o conocido que se lanzó al mar en busca de un futuro y nunca se supo más de él. También un médico que desertó de la misión médica en el extranjero y no pudo volver a entrar en Cuba, o alguien que apoyó a Fidel Castro creyendo que sus intenciones eran buenas y ahora está muriendo de hambre en el abandono, arrepintiéndose por haber confiado. Creo que el hecho de que todos conozcamos casos así hace que exista una especie de mente colectiva del cubano, donde ciertas experiencias mías son las de la mayoría de nosotros. Esas experiencias son las que influyen y dan cohesión a lo que se cuenta en la novela; todas confluyen en un día en específico, el 11 de julio de 2021, y en un personaje, Brayan.
¿Por qué el realismo mágico para una historia tan políticamente cargada?
Anteriormente, incluir la fantasía para representar las metáforas me resultaba sencillo. Al principio pensé en prescindir de lo fantástico, pero mientras organizaba las ideas me di cuenta de que podía usar imágenes para representar ciertas metáforas y símbolos y así darle más peso al mensaje y al mismo tiempo agregarle atractivo visual, pues mi idea es también que primero entre por los ojos; al final, no se trata de hacer arte político para políticos, sino de llegar a todo el mundo. La fantasía o el realismo mágico en este caso funcionan como recurso enriquecedor de la narrativa y, a su vez, como gancho visual para el lector.
¿Cómo desarrollaste el personaje de Brayan para que representara tanto un individuo único como un símbolo de la experiencia cubana?
Primero, rompiendo un poco con el molde de «un personaje principal bien escrito». Brayan tiene una historia, un pasado, sí, pero más allá de eso intenté que funcionara más como este lienzo en blanco con el que el lector puede identificarse. Sin una personalidad marcada, sin reacciones complejas, simplemente simboliza el proceso de despertar de cualquier cubano. Brayan podría ser cualquiera de nosotros; busqué en todo momento no acentuarle nada demasiado, que el contexto y otros personajes hablasen mucho más y que él funcionase como el receptor de toda esa información y como esta, por lo general, produce en nosotros el cambio que se puede ver en él como protagonista. Es decir, Brayan es un personaje relativamente plano a propósito, porque de cierta forma “su historia” es la de muchísimos cubanos.
¿Puedes hablar sobre el simbolismo del totí en la novela y cómo este elemento conecta con la trama general?
Bueno, en realidad varias personas han interpretado la figura del totí de muchas formas y todas son correctas, más allá de que exista una idea general que fue la pensada desde un inicio.
Para empezar, el totí es endémico de Cuba. En primera instancia, la idea iba por aquella de que es un ave que no goza de mucha simpatía debido a su costumbre de formar grandes bandadas ruidosas, lo que molesta a muchas personas. Una leyenda liboriana relata que, en la época colonial, en los ingenios azucareros, los capataces encargaban a los esclavos la tarea de proteger los sacos de azúcar y los graneros del totí, para evitar que estas aves picotearan los productos y causaran pérdidas. Sin embargo, los esclavos a menudo robaban granos y azúcar para su supervivencia y comerciaban por su cuenta. Cuando los mayorales o los amos descubrían las pérdidas y reclamaban, los esclavos exageraban y culpaban al totí de los robos.
Los cubanos usualmente, cuando alguien es sorprendido cometiendo alguna falta y nos deslindamos de la responsabilidad de los hechos, usamos la frase: “La culpa de todo la tuvo el totí”.
En una primera lectura de la novela gráfica, el totí simboliza la libertad, ajena y agresiva para Brayan al principio, que no la conoce, hasta que al final la abraza y la entiende. Claro que hay muchos matices y simbología variada detrás de la figura del totí. Podría verse también desde una óptica relacionada a la participación mayoritaria de personas negras en las manifestaciones en contraste con la actitud racista de la dictadura y sus cuerpos represivos, etc. Que cada cual vea el totí como lo sienta, es la idea.
¿Cómo te afectó emocionalmente revivir y reinterpretar los eventos del 11 de julio a través de tu obra?
Fue revelador. Desgraciadamente, con el paso del tiempo muchos valoramos estas manifestaciones de una forma distinta a cómo lo hicimos por esos días. La estrategia desmoralizadora del régimen al vender las manifestaciones del 11 de julio como una gran derrota para los cubanos que queremos un cambio ha funcionado en muchos, y no ayuda que aún tengamos más de mil presos políticos en la isla. Pero al investigar y revivir lo sucedido y hacer un análisis más allá de lo obvio, me di cuenta de que fue una victoria contra el régimen. Le demostramos que ya no tenemos miedo, le demostramos que están debilitados y desde ese momento no han dejado de estar aterrados. También muchos cubanos, a raíz del 11J, se comenzaron a hacer preguntas, a cuestionar ciertos discursos. Darme cuenta de todas estas cosas, el no permitirme ver las manifestaciones como una derrota porque nuestros presos políticos no merecen sentir que fue en vano, me dio muchísima fuerza. Por eso el cómic, a pesar de la crudeza, no deja de ser empoderante y esperanzador.
¿Qué comentarios o reacciones del público te han sorprendido más hasta ahora?
Por suerte, ha gustado bastante; hay quien me ha dicho que se emocionó leyéndola e incluso a personas de varios países les ha encantado. Pero la reacción que me sorprendió muchísimo es la de las personas que lloraron leyéndola. Siempre desde niño decía que el día en el que una persona se emocionase de esa forma con una de mis obras me iba a sentir satisfecho como artista y pues llegó el día. Increíble haber podido llegar así a las personas.
¿Puedes compartir algún detalle sobre cómo fue tu colaboración con Xander para la banda sonora? ¿Hubo alguna pieza musical que surgiera de manera espontánea durante el proceso?
La música es una pieza clave en la novela gráfica, por eso incluso la versión impresa viene con los códigos QR, enlaces, que te llevan a la música específica de cada uno de los tres capítulos. Esta funciona como accesorio atmosférico clave pues representa con sonidos cada uno de los momentos psicológicos por los que Brayan atraviesa. Leerla sin la música es una experiencia a medias. Y bueno, en realidad, de manera espontánea surgieron las tres piezas; es como si estuviésemos conectados mentalmente, ya desde los primeros bocetos de personajes, paleta de colores e historia, Xander comenzó a componer y desde el principio todo sonaba justo como queríamos.
¿Qué artistas o escritores han influenciado tu estilo y enfoque en esta novela gráfica?
Realmente ninguno en específico. Sí leí, antes de comenzar a escribir, algunas novelas gráficas como «Persépolis» de Marjane Satrapi, «March» de John Lewis, Andrew Aydin y Nate Powell, y «Marzi: A Memoir» de Marzena Sowa para estudiar un poco cómo estos autores relataban un hecho histórico, pero ninguno me convenció para aplicarlo al 11 de julio, entonces me dejé llevar, decidí contar la historia como me saliese.
Mirando hacia atrás, ¿hay algo que harías de manera diferente en la creación de «La culpa de todo la tiene el totí»?
No, pienso que lo conté tal cual la forma en que lo sentí.
¿Qué sigue para ti después de este proyecto? ¿Hay otras historias que sientes la necesidad de contar?
Tengo muchas ganas de contar otras historias de lucha en Cuba, pero también me interesa lo que ha estado pasando en dictaduras como Venezuela y Nicaragua. Soy de los que cree que una buena forma de destruirlas es comenzar por unirnos todos los que estamos en su contra. Ya que si entre dictaduras se apoyan y se hacen más fuertes, deberíamos nosotros hacer lo mismo. Sería hermosa la experiencia de llevar al cómic una historia de empoderamiento y victoria que puedan leer todos en Nicaragua o Venezuela.
En tu opinión, ¿cuál es el papel del arte en tiempos de crisis política y social?
El arte siempre ha jugado un papel fundamental en tiempos de crisis política y social. En primer lugar, sirve como una poderosa herramienta de expresión y denuncia, que nos permite a los artistas comunicar experiencias y verdades que pueden ser silenciadas o censuradas en otros ámbitos. Si se quiere, a través del arte se puede despertar la conciencia, inspirar el cambio y dar esperanza, convirtiéndose en un medio esencial para la reflexión y la acción en momentos de conflicto y desafío. Por eso las dictaduras siempre buscan desde el principio controlar la expresión artística, saben el poder que tiene.
¿Qué le dirías a otros artistas cubanos que buscan expresar sus experiencias bajo un régimen represivo?
Los artistas, pienso que no podemos vivir sin expresar lo que pensamos, o sí, podemos vivir, pero siempre vamos a tener algo atorado. Lo bueno del arte es que puedes contar mucho diciendo poco, o diciendo de otras formas. Uno de los personajes de la novela gráfica en un momento dice que: “El pensar es lo único que tenemos, que no te lo quite nadie”. Creo que eso resume lo que pienso sobre hacer arte en dictadura: dejar de hacerlo es dejar de ser.
Para terminar ya, ¿algo que desees decirle a Brayan?
Que siga cuestionando, entendiendo y enfrentando, que el verdadero poder de cambiar las cosas lo tiene él, que somos todos. La libertad de Cuba puede estar más cerca de lo que nos imaginamos ahora mismo.
(La novela La culpa de todo la tiene el totí se encuentra en este sitio web, en la sección Proyectos dentro del apartado Dossier)